viernes, 29 de junio de 2018

Ser una súper mamá. Mis primeras emociones.


No me considero realmente una supermamá. En realidad soy una mujer común y corriente, más corriente que común. Pero al nacer mi hija, cuando, sentía que ya no podía más con tanto estrés y responsabilidad por tanto corre y corre, me salían Dios sabe de dónde, unas fuerzas increíbles (increíble para mí que en otras circunstancias habría azotado la toalla) para terminar con lo cometido. Así, que pienso que todas las mamás (las que quieren hacerlo bien, aunque no salga del todo bien) somos en realidad supermamás y es realmente un desafío.

Hasta hace poco, no sabia lo que realmente implicaba ser mamá, de hecho, ni siquiera lo soñaba. Cuando me enteré de mi embarazo, me dije: “si otras pudieron hacerlo, yo también”. En ese momento no tenía bien claro de quiénes eran esas “otras”. Ahora, con mi hija  en casa, mi contexto adquiere nuevos significados y me pregunto si esas “otras” pensaron y sintieron lo que yo.  Ahora siento que no es solo ser mamá, como diría una buena amiga “ser madre puede serlo cualquiera”, sino ser una buena mamá para ese ser tan frágil y necesitado de muchas cosas es una visión totalmente diferente.

MIS PRIMERAS EMOCIONES.

Mi primera emoción fue de miedo, dicen que de perder libertad. Yo no sé qué fue lo primero que se pasó por mi mente, pero fue mucha confusión, y lo desconocido me genera miedo. Hasta cuando iniciaba la escuela sentía miedo, miedo de lo que no sabía lo que me esperaría. Claro que lo que estaba por ocurrir era muchísimo mayor que empezar la escuela.Tuve, por lo menos que posponer por un tiempo mis proyectos

 Lo realmente terrible es que no tenía NI IDEA de cuidar a un bebé, pues pensé que no tendría uno jamás, y ahora, a preguntar a todo el mundo y leer libros para aprender a cuidar un bebé como loca (en el sentido figurado, pero después me di cuenta que hay esa posibilidad, sí de quedar loca de manera literal ;) ).

Pero dentro de mí, el saber que una vida pequeñita estaba ahí, me hizo sentir muy importante.  El saber que depende enteramente de ti, como nadie en la vida, me hizo sentir un poquito del poder inmenso de Dios, el sentir sus movimientos, sus “pataditas” como dicen algunos (porque te saltan las dudas si son patadas, codazos, cabezazos o “traserasos”)  y escuchar su corazón latir tan de prisa junto al mío, me hizo ver lo maravilloso que estaría por comenzar (aunque de hecho ya había comenzado sin saberlo).

LOS PRIMEROS PREPARATIVOS

Sin embargo, no había tiempo para quedarse paralizada de miedo: Había mucho por hacer, aunque en realidad no sabía cuánto pero sabía que era mucho. Mi vida se convirtió en un corre corre por todo y a todas horas: análisis, muestras clínicas de sangre, de orina, vaginales. No importaban ya los piquetes y te preparas  para que te “tocoteen”, lo importante es la vida que hay dentro de uno, el tesoro que hay que cuidar.

Así que ha seguir una buena dieta, un buen descanso (en donde cabe) y leer todo lo que se pueda sobre bebés. Cuánta información puede haber sobre eso, al principio fue emocionante conocer cada aspecto de tener bebés, después me invadía la preocupación por pensar si acaso se me acordaría todo aquello. 


Me hubiera gustado que me aconsejaran que es bueno practicar en bebés ajenos o muñecos cuando menos, o por lo menos el estar presente en el cambio de pañal o el preparar los biberones, pero no hice nada de eso (qué se me va a ocurrir), no sabía lo que me esperaba realmente… (la locura). Hubiera sido también buena idea preguntar sobre:

1.-  Los problemas comunes de salud de los  bebés. Cuando identificar  una gripa, porque los bebés pueden estornudar por múltiples razones y “moquear” por otras tantas, a veces lloran porque se sienten mal y pues no sabes qué está pasando en ese momento, esa es una razón para enloquecer, al menos para mí. Asuntos como el sacarles los mocos secos, si se pegan sus ojitos por el catarro, a qué edad es apropiado desparasitarlo, cómo saber cuándo tienen amibas, cómo identificar una alergia, ¡uff! Cuántas cosas y conste que el bebé no te puede decir porque obviamente no habla, solo llora y en el busca busca…
2.- Las reacciones a las vacunas, qué hacer si ocurre una reacción.
3.- Las rozaduras de pañal, cómo aplicar las cremas para rozaduras, cual de todas las cremas para rozaduras es mejor, porqué ocurren esas rozaduras y cómo prevenirlas.
4.- Como reconocer las molestias del nacimiento de los dientes de un bebé, cómo identificar una infección intestinal de una salida de diente (en ambos puede haber dolor y empiezan por dejar de comer, en el caso de la salida del diente le duele cuando topa su encía enrojecida con el biberón, curiosamente cuando se le da pecho no hay esa molestia al comer aún cuando la encía está muy irritada).
5.- Cómo saber si su popó es normal (lo que menos quiere uno es verlo o sentir su olor, pues hay que reconocer cuándo es normal y cuándo no y me refiero a su textura y su olor, así que a pegar nariz).
6.- Cómo saber cuál es la temperatura indicada para bañarlo, cuánto tiempo hay que esperar de quitarle su ropita y meterlo  a la tina para bañarlo, cómo secarlo (es preferible usar dos toallas: una para secar y otra para sacarlo del baño)
7.- Que tipo de pañal es mejor, o por lo menos cuáles son recomendables, qué tipo de ropa es mejor (las etiquetas son irritables para la piel del bebé).
8.- Qué empacar para el nacimiento del bebé, qué cosas debe uno cargar en la pañalera para cuando se sale del hospital.
9.- Qué tipo de leche artificial se aconseja, o mejor, cuándo es recomendable darle, la cantidad apropiada para un bebé (por lo menos la idea de cuánto, porque el bebé come cuando se llena sea mucho o poco para nosotros), las reacciones normales y reacciones peligrosas de la leche.

 Y la lista pudiera continuar, pero sí, es bueno preguntar. Claro que cuando empiezan a hablar los consejeros dan ganas de no haber preguntado nada, pero es mejor ahora que no está el bebé por lo menos afuera, que cuando está pegando de gritos o estás con la angustia que se siente mal y entonces sí, te pueden volver loca tantos consejos.

Lo que me gustó de estar embarazada era que el cabello se me puso bien bonito, no se caía y crecía mucho, mis uñas también, se veían bonitas porque nunca he tenido las uñas largas, pero ahora era tan fácil tenerlas así. Usaba crema antiestrías para mi pancita que cada día era más grande (pareciera que con solo saber que estaba embarazada empezó a crecer incesantemente), creo que por eso no aparecieron estrías porque no creo que mi piel fuera perfecta, por cierto, nunca me picó la panza. Me hacía sentir algo especial de que hasta los automóviles de detuvieran para que yo pasara la calle, parecería que también amaban a mi hijo y yo también lo veían como un tesoro. Aquí donde vivo es común que si la embarazada tenía un antojo, debían de cumplírselo porque si no, el bebé nacería con la cara del antojo (se imaginan un niño con cara de torta), bueno pues todo  el mundo (bueno, para mí parecía ser todo el mundo) me invitaba de lo que comía, así que pues que dicha.

 Claro que no todo era color de rosa, mis calambres en las piernas me despertaban por la noche, lo que opté fue por evitar estirar los pies volteando las puntas de mis pies para abajo, sino que lo hacía por arriba. Le pedía a mi esposo que me diera masajitos en las pantorrillas y los pies (hay que aprovechar ahora que te apapachan). Acostarme en la cama era un suplicio (sentía que mi panza se desbordaba por ambos lados y me dolía un poco) así que empecé por usar la hamaca que se adapta a la forma del cuerpo y se siente como si te abrazaran de ambos lados, eso ayudaba a mi panza a no desparramarse. Sentía muchísimo calor, un calor sofocante que deseaba estar remojada en una tina con mucha agua (nunca lo hice, pero si volviera el tiempo atrás me parecería una buena idea, así que ya saben, ¡compren su tina!). Me ponía un ventilador directo a la cabeza para bajar la temperatura de ella porque me dolía muchísimo de tanto calor que sentía que no soportaba las almohadas.

Los primeros meses me dio un terrible estreñimiento (con aquello que lo que entra debe salir, pues no quería salir mucho que digamos y eso se volvió terrible para mí).

Solo quería tener los pies arriba, me acomodaba en el sillón de la sala de mi mamá y ponía los pies en la mesita de centro, parecía una ballena varada en la orilla del mar (sin mar). Al final del noveno mes me costaba respirar, sentía que mi bebé saldría de la boca en cualquier momento (estoy exagerando). Y se me manchó la cara, no me cuidé mucho de salir al sol.

Cuéntame tus primeras emociones de ser mamá. Saludos.

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