jueves, 28 de junio de 2018

Cómo no dejar las cosas para después (parte 1)


Recuerdo que cuando era muy (muy) joven (7 años aproximadamente), tuve el enorme deseo de confeccionar mi propia ropa, así que veía programas de televisión que mostraban que de un montón de trapos podía salir una hermosa prenda.
Me armé de valor y le pedí permiso a mi madre para cortar una (bonita) bata de dormir que convertiría (según yo) en una hermosa blusa, a lo que mi madre me dijo sin mucha confianza que si salía mal, me castigaría por arruinar mi bata. Tenía tanta seguridad que le dije que no habría problema. Y sí la hubo, al cortar la blusa, corté los dos frentes del mismo lado, cosa que me preocupó muchísimo (por aquello de que mi madre se enterara) y opté por ponerlo todo en una bolsa de plástico para hacer la reparación cuando pensara que estaba lista para ello, lo eché sobre el ropero y pasaron muchos meses para que me diera cuenta que no podría (ni quería) componer esa prenda. Por suerte, mi madre no se enteró jamás  y sin más ganas de continuar con mi empeño, decidí tirarlo a la basura y olvidarme de la costura por un buen tiempo.

Después de otros incidentes parecidos, me di cuenta que dejaba muchas cosas para después, y pasado el tiempo, perdía el interés. Me di cuenta que perdía tiempo empezando algo que después me desanimaría y empecé a dejar de hacer e inventar cosas y es que, a decir verdad, tenía algo de facilidad inventando y pensando en crear cosas. Cosas de las que pudieran ser útiles y que en ese momento me brillaba la mente pero que con el tiempo se iba apagando la mecha hasta pensar que fue mala idea desde el inicio o que no debí empezar algo que después de todo, no estaba capacitada para terminar.
Seguramente tienes algún problema con eso de postergar las cosas, las que sea, trátese de algo realmente importante o algo que no lo es pero que piensas que te causará placer realizar (y terminar), o algo que urge hacer y que después, terminamos haciendo a las prisas porque no nos queda otro remedio para darnos cuenta que si lo hubiéramos hecho con calma hubiera salido muchísimo mejor.

Antes que nada, debemos reconocer que en este mundo que nos satura de preocupaciones y problemas lamentablemente, muchas cosas impiden que realicemos nuestros anhelos o deseos, trátese de realizar una prenda de costura de la que pensamos que podemos realizar (porque sabemos que tenemos la capacidad), de escribir un libro (soñamos hasta la portada y pensamos que sería algo muy bueno) o cualquier otra cosa de la vida cotidiana que nos causa mucha emoción al hablar de ella o pensar en ella, o sobre todo, aquello que tenemos qué hacer como pagar la luz, el agua, terminar la tarea de la escuela o darle de comer al perro (no tan emocionante pero que es necesario, digo, si queremos al perro con nosotros).

Es por ello que lo postergamos, lo dejamos para después para que acabe en algo inconcluso, mal hecho, o peor aún,  nunca realizado (y con las ganas iniciales que teníamos de ser útil para nosotros, la familia, nuestro vecindario o porqué no, para ganar dinero).

Yo pienso que hay muchos genios de muchas cosas que no han encontrado la situación idónea para poner en funcionamiento sus muchas buenas ideas, o simplemente, no saben cómo hacerle. Eso me recuerda la frase: Trabaja en algo que te guste, así no tendrás que trabajar jamás. Porque como mi padre me decía: El trabajo es tan malo, que te pagan para que lo hagas.

Primero, vamos a considerar las causas por las que postergamos nuestro trabajo y después seguiremos unas estrategias muy prácticas para no dejar que nada ni nadie nos desanime, o que nos corten la luz por estar postergando su pago:

Vamos a dividir las situaciones: 
1.- Ideas grandiosas para hacer en el futuro (y que no se convierta en algo muy lejano); y,
2.- Cosas de la vida común que pueden salir bien sin el estrés de dejarlo al “hay se va” o que nos salga mal, como pagar las facturas, mandar a componer (o componer uno mismo) cosas de la casa que están empezando a fallar, hacer la lista de la compra, etc.

Las primeras nos ocasionan un placer realizarlas, pero si tenemos el constante aprieto de las segunda, nunca tendremos el tiempo para realizarlas. Es por ello, que básicamente tenemos dos opciones:
1.- Hacer las cosas que urgen pero ya. Nada de excusas. Aunque nos cueste el descanso del día, aunque nos durmamos un poco tarde. Hazlas ya. Estoy hablando de empezar de cero, que tenemos el montón de trastos sucios y la ropa sucia de toda la semana (o más), o el desorden de la casa. Para ello, ponte una meta razonable y ponla en práctica. Es decir, si tus trastos están sucios y necesitan lavarse, ponte la meta de terminarlos en una hora, por decir (depende de la cantidad), algo razonable sin crearte un estrés innecesario pero con la intención de hacerlo lo más pronto posible.
2.- Ya que estás "al corriente" con las cosas urgentes, planifica aquellas que no lo son tanto pero sí requieren de atención. Elabora una lista de éstas y ponles fechas (y hora si es necesario) para realizarlas. Puedes usar un cuaderno o libreta o usar otro como un pizarrón o pizarrita, o una hoja pegada al refrigerador. El caso es que lo tengas a la vista para estar pendiente de ello.
3.-Estos dos primeros pasos te servirán para crear una rutina que se volverá parte de tu personalidad o vida. Al cubrirlos, te darás cuenta que contarás con tiempo para realizar actividades verdaderamente apasionante (aunque el hecho de tener la casa ordenada y limpia de forma razonable también crea un placer).

Es importante que te diga que el orden y la limpieza permiten que el cerebro esté en condiciones para crear. 

Dime cómo te va con tu tiempo. Saludos.


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