No
me considero realmente una supermamá. En realidad soy una mujer común y
corriente, más corriente que común. Pero al nacer mi hija, cuando, sentía que
ya no podía más con tanto estrés y responsabilidad por tanto corre y corre, me
salían Dios sabe de dónde, unas fuerzas increíbles (increíble para mí que en
otras circunstancias habría azotado la toalla) para terminar con lo cometido.
Así, que pienso que todas las mamás (las que quieren hacerlo bien, aunque no
salga del todo bien) somos en realidad supermamás y es realmente un desafío.
Hasta hace poco, no sabia lo que realmente
implicaba ser mamá, de hecho, ni siquiera lo soñaba. Cuando me enteré de mi
embarazo, me dije: “si otras pudieron hacerlo, yo también”. En ese momento no
tenía bien claro de quiénes eran esas “otras”. Ahora, con mi hija en casa, mi contexto adquiere nuevos
significados y me pregunto si esas “otras” pensaron y sintieron lo que yo. Ahora siento que no es solo ser mamá, como
diría una buena amiga “ser madre puede serlo cualquiera”, sino ser una buena
mamá para ese ser tan frágil y necesitado de muchas cosas es una visión totalmente diferente.
MIS PRIMERAS EMOCIONES.
Mi primera emoción fue de miedo, dicen que
de perder libertad. Yo no sé qué fue lo primero que se pasó por mi mente, pero
fue mucha confusión, y lo desconocido me genera miedo. Hasta cuando iniciaba la
escuela sentía miedo, miedo de lo que no sabía lo que me esperaría. Claro que
lo que estaba por ocurrir era muchísimo mayor que empezar la escuela.Tuve, por lo menos que posponer por un
tiempo mis proyectos
Lo realmente terrible es que no
tenía NI IDEA de cuidar a un bebé, pues pensé que no tendría uno jamás, y
ahora, a preguntar a todo el mundo y leer libros para aprender a cuidar un bebé
como loca (en el sentido figurado, pero después me di cuenta que hay esa
posibilidad, sí de quedar loca de manera literal ;) ).
Pero dentro de mí, el saber que una vida
pequeñita estaba ahí, me hizo sentir muy importante. El saber que depende enteramente de ti, como
nadie en la vida, me hizo sentir un poquito del poder inmenso de Dios, el
sentir sus movimientos, sus “pataditas” como dicen algunos (porque te saltan
las dudas si son patadas, codazos, cabezazos o “traserasos”) y escuchar su corazón latir tan de prisa junto
al mío, me hizo ver lo maravilloso que estaría por comenzar (aunque de hecho ya
había comenzado sin saberlo).
LOS PRIMEROS PREPARATIVOS
Sin embargo, no había tiempo para quedarse paralizada de miedo: Había mucho por hacer, aunque en realidad
no sabía cuánto pero sabía que era mucho. Mi vida se convirtió en un corre
corre por todo y a todas horas: análisis, muestras clínicas de sangre, de
orina, vaginales. No importaban ya los piquetes y te preparas para que te “tocoteen”, lo importante es la
vida que hay dentro de uno, el tesoro que hay que cuidar.
Así que ha seguir una buena dieta, un buen
descanso (en donde cabe) y leer todo lo que se pueda sobre bebés. Cuánta
información puede haber sobre eso, al principio fue emocionante conocer cada
aspecto de tener bebés, después me invadía la preocupación por pensar si acaso
se me acordaría todo aquello.
Me hubiera gustado que me aconsejaran que
es bueno practicar en bebés ajenos o muñecos cuando menos, o por lo menos el
estar presente en el cambio de pañal o el preparar los biberones, pero no hice
nada de eso (qué se me va a ocurrir), no sabía lo que me esperaba realmente…
(la locura). Hubiera sido también buena idea preguntar sobre:
1.- Los problemas comunes de salud de los bebés. Cuando identificar una gripa, porque los bebés pueden estornudar por múltiples razones y
“moquear” por otras tantas, a veces lloran porque
se sienten mal y pues no sabes qué está pasando en ese momento, esa es una
razón para enloquecer, al menos para mí. Asuntos como el sacarles los mocos
secos, si se pegan sus ojitos por el catarro, a qué edad es apropiado
desparasitarlo, cómo saber cuándo tienen amibas, cómo identificar una alergia,
¡uff! Cuántas cosas y conste que el bebé no te puede decir porque obviamente no
habla, solo llora y en el busca busca…
2.- Las reacciones a las vacunas, qué
hacer si ocurre una reacción.
3.- Las rozaduras de pañal, cómo aplicar las
cremas para rozaduras, cual de todas las cremas para rozaduras es mejor, porqué
ocurren esas rozaduras y cómo prevenirlas.
4.- Como reconocer las molestias del
nacimiento de los dientes de un bebé, cómo identificar una infección intestinal
de una salida de diente (en ambos puede haber dolor y empiezan por dejar de
comer, en el caso de la salida del diente le duele cuando topa su encía
enrojecida con el biberón, curiosamente cuando se le da pecho no hay esa
molestia al comer aún cuando la encía está muy irritada).
5.- Cómo saber si su popó es normal (lo
que menos quiere uno es verlo o sentir su olor, pues hay que reconocer cuándo
es normal y cuándo no y me refiero a su textura y su olor, así que a pegar nariz).
6.- Cómo saber cuál es la temperatura
indicada para bañarlo, cuánto tiempo hay que esperar de quitarle su ropita y
meterlo a la tina para bañarlo, cómo
secarlo (es preferible usar dos toallas: una para secar y otra para sacarlo del
baño)
7.- Que tipo de pañal es mejor, o por lo
menos cuáles son recomendables, qué tipo de ropa es mejor (las etiquetas son
irritables para la piel del bebé).
8.- Qué empacar para el nacimiento del
bebé, qué cosas debe uno cargar en la pañalera para cuando se sale del hospital.
9.- Qué tipo de leche artificial se
aconseja, o mejor, cuándo es recomendable darle, la cantidad apropiada para un
bebé (por lo menos la idea de cuánto, porque el bebé come cuando se llena sea mucho
o poco para nosotros), las reacciones normales y reacciones peligrosas de la
leche.
Y
la lista pudiera continuar, pero sí, es bueno preguntar. Claro que cuando
empiezan a hablar los consejeros dan ganas de no haber preguntado nada, pero es
mejor ahora que no está el bebé por lo menos afuera, que cuando está pegando de
gritos o estás con la angustia que se siente mal y entonces sí, te pueden
volver loca tantos consejos.
Lo que me gustó de estar embarazada era
que el cabello se me puso bien bonito, no se caía y crecía mucho, mis uñas
también, se veían bonitas porque nunca he tenido las uñas largas, pero ahora
era tan fácil tenerlas así. Usaba crema antiestrías para mi pancita que cada
día era más grande (pareciera que con solo saber que estaba embarazada empezó a
crecer incesantemente), creo que por eso no aparecieron estrías porque no creo
que mi piel fuera perfecta, por cierto, nunca me picó la panza. Me hacía sentir
algo especial de que hasta los automóviles de detuvieran para que yo pasara la
calle, parecería que también amaban a mi hijo y yo también lo veían como un
tesoro. Aquí donde vivo es común que si la embarazada tenía un antojo, debían
de cumplírselo porque si no, el bebé nacería con la cara del antojo (se
imaginan un niño con cara de torta), bueno pues todo el mundo (bueno, para mí parecía ser todo el
mundo) me invitaba de lo que comía, así que pues que dicha.
Claro que no todo era color de rosa, mis
calambres en las piernas me despertaban por la noche, lo que opté fue por
evitar estirar los pies volteando las puntas de mis pies para abajo, sino que
lo hacía por arriba. Le pedía a mi esposo que me diera masajitos en las
pantorrillas y los pies (hay que aprovechar ahora que te apapachan). Acostarme
en la cama era un suplicio (sentía que mi panza se desbordaba por ambos lados y
me dolía un poco) así que empecé por usar la hamaca que se adapta a la forma
del cuerpo y se siente como si te abrazaran de ambos lados, eso ayudaba a mi
panza a no desparramarse. Sentía muchísimo calor, un calor sofocante que
deseaba estar remojada en una tina con mucha agua (nunca lo hice, pero si
volviera el tiempo atrás me parecería una buena idea, así que ya saben,
¡compren su tina!). Me ponía un ventilador directo a la cabeza para bajar la
temperatura de ella porque me dolía muchísimo de tanto calor que sentía que no
soportaba las almohadas.
Los primeros meses me dio un terrible estreñimiento (con aquello que lo que entra
debe salir, pues no quería salir mucho que digamos y eso se volvió terrible
para mí).
Solo quería tener los pies arriba, me
acomodaba en el sillón de la sala de mi mamá y ponía los pies en la mesita de
centro, parecía una ballena varada en la orilla del mar (sin mar). Al final del
noveno mes me costaba respirar, sentía que mi bebé saldría de la boca en
cualquier momento (estoy exagerando). Y se me manchó la cara, no me cuidé mucho de
salir al sol.
Cuéntame tus primeras emociones de ser mamá. Saludos.